Mi abuelo Salvador me llamaba "Florecita", un apodo que, con el tiempo, se transformó en "Polenina". Ese nombre, lleno de cariño, me recuerda a esa niña que fui y a la mujer que soy hoy, que sigue floreciendo aunque se le caigan los pétalos.
Esta marca es mi homenaje a ese hombre tan importante en mi vida. Cada bolsa lleva un pedacito de su amor, la esencia de un apodo que se convirtió en una historia para llevar contigo.